Escuela Latinoamericana de Canto. Única en Latinoamérica dedicada a la enseñanza de la Voz de Contratenor. Numerosos alumnos de todo Latinoamérica nos visitan anualmente para realizar cursos de perfeccionamiento. Director: Mtro. Daniel Guzmán - Fonoaudiólogo MN 8815. Licenciado en Fonoaudiología. Doctorado UNSL. Cantante Contratenor Egresado del Teatro Colón de Buenos Aires, Argentina. www.escuelalatinoamericanadecanto.com contratenorguzman@yahoo.com.ar WhatsApp +5491158641236

domingo, 24 de marzo de 2013

EL TEATRO EN LOS ESTADOS DEL PAPA

En los años 1585-1590 Sixto V promulgó un primer decreto tendiente a impedir a las mujeres actuar en representaciones teatrales; aún no existía la ópera. La medida no duró y no tuvo consecuencias durante algunas décadas siguientes. Pero con el nacimiento de la ópera durante el siglo XVII comenzó a atizar los conflictos entre público, artistas y papado. Los papas temían por la moral pública.
La situación logro mantenerse hasta clemente IX 1667-1669, muy bien dispuesto hacia la música, él mismo era autor de una ópera, La Baldassarra ó la Cómica del cielo, escrita cuando era nuncio en España. La obra fue representada siete veces durante su pontificado  e hizo lo imposible para convertirla en un éxito. La prensa acogió muy bien esas representaciones. Sin embargo el Papa no hacía ninguna concesión a las mujeres. Todos los papeles femeninos eran interpretados por castrati, acompañados por tenores y bajos. Los castrati Giuseppe Fedi, Francesco María Fede, Dámaso y Doménico del Pace encarnaban respectivamente a la Baldassarra, Talia, Urana y Beatrice.
Sin embargo clemente X fue más liberal, permitió que las mujeres subieran a los escenarios. Su popularidad, pero también su frivolidad y las escenas de desbordes que ocasionaban, lograron exasperar al sucesor de Clemente X, el Papa Inocencio XI, ya mal dispuesto por naturaleza hacia las mujeres, cuando subió al trono comenzaron a sucederse los decretos. Prohibió categoricamente a las mujeres subir a escena, impidió los espectáculos públicos de pago y hasta hizo todo lo posible para que no se realizaran espectáculos privados gratuitos, amenazando a los castrati que interviniesen en ellos con impedirles actuar en las iglesias de la ciudad eterna. Los romanos que no eran fáciles de embaucar, encontraron la forma de sortear el veto papal, trayendo a los castrati del exterior de los estados potifícios, a los que poco importaba la prohibición del Papa.
 La misoginia de su santidad se abatió hasta sobre los vestidos femeninos llamados " a la francesa" es decir muy escotados. Envió a sus guardias a todas las lavanderías de la ciudad a confiscar las camisas de mujer consideradas por él de indecentes. La reina Cirstina de Suecia, autoexiliada en Roma, vio en ello una forma de desafiar al Papa. E inventó una gran cantidad de vestidos a los que les puso el nombre de "inocentinos", que parodiaban y ridiculizaban las precripciones del Papa y con los cuales ella y su corte iban al Vaticano para hacerle rabiar.
Su sucesor el Papa Alejandro VIII aportó un poco de aire fresco al clima musical y social. Durante su corto reinado 1689-1691 permitió el retorno a la normalidad y a la libertad de las diversiones públicas. Incluso los carnavales de 1690 y 1691 fueron los más extravagantes y endiablados del siglo XVII. Pero todo cambió cuando llegó Inocencio XII. Provocó un período de exasperación sin precedentes en Roma. La población se volvió contra él en sátiras y manifestaciones hostiles. El papa como represalia hizo arrasar enteramente el teatro Tor di Nona en 1697, ante los indignados romanos.
Nada cambió a comienzos del siglo XVIII con Clemente XI, que prohibió cantar a las mujeres hasta en la casa, con el pretexto que el cnato iba en detrimento de esa modestia que tanto conviene a su sexo y les impedía ocuparse de sus tareas domésticas. Decretó que ninguna mujer, casada, viuda o soltera mayor de edad, podía aprender a cantar o a actuar. Hasta apeló a los maridos y tutores a fin de que nunca dejaran entrar a ningún profesor de música en casa de una mujer.
Cuando en 1769  llega Clemente XIV la situación se aligera un poco. Pidió a los directores de teatro que abandonaran la ridícula costumbre de hacer actuar a niños, a hombres vestidos de mujer o a castrati en papeles femeninos. Y permitió cantar a las mujeres en la iglesia.
Lo que diferenciaba a los estados del Papa de los demás estados era la constante utilización de castrati en papeles femeninos, ya que ellos, por lo general encarnaban papeles heróicos de guerreros y reyes.
La locura por la ópera y el travestismo había ganado por lo demás a toda Italia eclesiástica del siglo XVIII. En Venecia, algunos sacerdotes podían participar en espectáculos operísticos. Saint Didier cuenta cómo una noche, en que él se hallaba presente, un espectador gritó: ¡Mirad, el padre Pierro es quien hace de vieja"!.... más tarde se comprobó que en conventos de Florencia hacían comedias musicales y pequeños ballets. En ellos los novicios se vestían de bailarinas y las hermanas religiosas hacían de hombres.
El teatro de la Pérgola hasta había organizado en carnavales representaciones especiales de ópera para los monjes de los conventos florentinos, se llamaban "funciones para máscaras y monjes". En unos los monjes cantaban óperas o participaban en las orquestas. Hasta se llegó a asistir un día a una batalla campal entre religiosas de un convento que no se ponían de acuerdo acerca de representar o no una ópera. Una de ellas murió acuchillada en el combate, antes de ser arrojada al fondo de un pozo y hubo también numerosas monjas heridas.

Lic. Daniel Guzmán
Fonoaudiólogo MN 7646

jueves, 21 de marzo de 2013

LOS CASTRATI Y LA IGLESIA

Sobre la castración la iglesia se mostró siempre bastante incoherente y ambigua. Si bien condenó esa mutilación y a los que la practicaban, protegió constatemente a los castrati, a tal punto que fue la última en seguir utilizándolos todavía en los albores del siglo XX. Por la abundancia de sus coros de niños cantores, favoreció seguramente la proliferación de los sopranistas, legitimándola en varias ocasiones, pues el canto, fuera cual fuere, permitía servir la gloria de Dios.

Robert Sayer benedictino y moralista inglés afirmaba: "la voz es una facultad más preciosa que la virilidad, puesto que por la voz y el razonamiento el hombre se diferencia de los animales. por lo tanto si para embellecer la voz es necesario suprimir la virilidad, puede hacerse sin faltar a la piedad. Ahora bien, las voces de soprani son tan necesarias para cantar alabanzas a Dios que ningún precio es elevado para adquirirlas".

Luego un jesuita siciliano Tommaso Tamburini(1591-1675) dijo que la castración era legal, "a condición de que no hubiese peligro de muerte y que no se hiciera sin el consentimeinto del niño".

Las relaciones entre el papado y la práctica de la castración tienen una larga historia, el mundo cristiano de occidente utilizó para su música de iglesia, a niños, falsetistas, respetando así las palabras de la biblia, mulier absit a choro (que la mujer sea alejada del coro). El papado no se vio enfrentado al problema de los castrati hasta el siglo XVI. A partir de entonces tuvo perfecto conocimiento de su presencia en España e Italia, pero sin confesarlo abiertamente.
La iglesia no permitía el casamiento de los eunucos, y toda solicitud en ese entido debía pasar necesariamente por las manos del soberano pontífice.
El castrato Cortona se había enamorado de una mujer llamada Barbaruccia y deseaba desposarla. Escribió una súplica al Papa, exponiendo que su castración había sido mal hecha (lo que carecía de sentido) y que podía casarse perfectamente. Fue intratable! Inocencio XI leyó la carta y se limitó a escribir al margen: "Qué lo castren mejor".

En el siglo XVIII se observó una evolución en las mentalidades, a despecho de las vacilaciones un tanto hipócritas de Benedicto XIV (1740-1758). En efecto, este Papa creyó oportuno quitarse la mancha de la castración y comenzó a hablar de "un crimen monstruoso del que son víctimas los jóvenes, muchas veces con la complicidad de sus padres". Reconoció que la iglesia conocía muy bien los origenes de los cantante que utilizaba pero, como todos los demás, eludió la eventualidad de leyes represivas contra la castración, ante el éxito universal que cosechaban los castrati.

La ductilidad del los pontífices en cuanto a la teoría de la práctica de la castración permitió igualmente adaptar los cánones de la iglesia al sacerdocio de los castrati, pues muchos sopranistas cuya operación no había dado los resultados esperados se volcaban a la vida religiosa.

Si bien en el siglo XVIII prohibieron la castración, no se atrevieron a excluir a los castrati de la capilla sixtina, ni de los conservatorios. A fin de contener el gusto exagerado por ese fenómeno, permitieron que las mujeres cantaran en la liturgia en las partes de soprano y también se las autorizó a subir de nuevo a los escenarios teatrales.
En los años que precedieron al siglo XX el maestro Perosi de la capilla pontificia, luchó denodadamente para que se excluyera definitivamente a los castrati de las filas de su coro. Pero se tuvo que enfrentar a la violenta oposición del sopranista Mustafá, que defendía las últimas prerrogativas de sus semejantes. Pero Perosi se salió con la suya y en 1902 León XIII firmó la ordenanza que excluía irremediablemente a los castratti de la capilla pontificia.
Por cortesía, no se expulsó como indeseables a los que quedaban; se prefirió dejarles que se fueran solos. Alessandro Moreschi cerró la marcha en 1913, después de habernos dejado varias grabaciones de su voz.
(arriba; coro de la capilla sixtina, a la izquierda A. Moreschi ; a la derecha Mustafá)
(video. A. Moreschi el último castrado de la capilla sixtina)



Lic. Daniel Guzmán - Fonoaudiólogo MN. 7646